El dilema de la tecnología en la educación: ¿Qué dice la evidencia al respecto?

El dilema de la tecnología en la educación: ¿Qué dice la evidencia al respecto?

Durante las últimas dos décadas, la introducción de los dispositivos electrónicos en las aulas ha ido en aumento a nivel mundial. La política BYOD (Bring Your Own Device, «trae tu propio dispositivo») se ha vuelto cada vez más popular en las escuelas de muchos países —en el caso de México, principalmente en escuelas privadas—, y ello suele ser percibido por los padres de familia y los directivos escolares como un progreso a nivel educativo.

Sin embargo, también es cierto que cada vez son más los países que han decidido prohibir el uso de dispositivos electrónicos en sus escuelas a nivel nacional: Israel (2016; 2019), Francia (2012; 2018), Reino Unido (2018), China (2021), Suecia (2023); así como cada vez más escuelas específicas de Estados Unidos, Australia, Canadá, entre otros. Los países mencionados han elaborado políticas públicas para prohibir el uso de dispositivos electrónicos a distintos niveles. Francia, por ejemplo, prohibió en 2012 únicamente los teléfonos inteligentes, y en 2018 la prohibición se extendió a cualquier dispositivo con conexión a Internet (tabletas, relojes inteligentes, etc.) en todas las escuelas hasta la edad de 15 años. El caso más reciente es el de Suecia: después de solicitar informes científicos a más de 60 expertos sobre los efectos de la digitalización de las aulas, la ministra de educación decidió detener la estrategia nacional de digitalización (iniciada hace casi 15 años) y regresar a los libros físicos.

Mientras que en cada vez más escuelas de todo el mundo se introducen las tabletas a los salones, estos países las retiran. Estamos hablando de países que figuran entre los primeros lugares en los rankings de educación a nivel mundial; países que fueron de los primeros en introducir los dispositivos electrónicos en las aulas. El hecho nos lleva a preguntarnos: ¿por qué?

La respuesta es que la evidencia indica que el uso de dispositivos electrónicos en la escuela conduce a peores resultados académicos y a un peor desarrollo cognitivo.

Qué dice la evidencia

En 2015 la OCDE publicó un informe en el que analizó estadísticamente las relaciones entre el uso de dispositivos electrónicos en la escuela y los puntajes en la prueba PISA de más de 60 países. Los resultados indican que el uso de dispositivos electrónicos en las aulas está asociado a resultados académicos significativamente peores. Así mismo, se encontró una correlación negativa entre inversión en tecnología educativa y resultados académicos. Por ejemplo, en Francia los alumnos que reportaron utilizar el Internet diariamente durante más de seis horas de la jornada escolar alcanzaron 140 puntos menos en lectura que los estudiantes que reportaron no utilizar el Internet diariamente.

De manera similar, en 2017 los resultados de la prueba NAEP (National Assessment of Educational Progress) aplicada en Estados Unidos revelaron que el alto uso de dispositivos electrónicos está asociado a resultados académicos inferiores. Por ejemplo, los alumnos de cuarto grado que reportaron utilizar tabletas en «todas o casi todas» sus clases obtuvieron 14 puntos menos en la prueba de lectura que los alumnos que reportaron «nunca» usar tabletas en sus clases. Esta diferencia en puntajes equivale a un año escolar entero.

Quizá la disminución en resultados académicos de los alumnos que utilizan dispositivos electrónicos en la escuela se pueda explicar analizando los efectos que tienen las pantallas en el cerebro. La evidencia científica indica que el uso de dispositivos electrónicos tiene numerosos efectos negativos en la salud física y psicológica de los niños y los adolescentes, entre los cuales se encuentran:

Aunque la evidencia científica lo demuestra, no hace falta ser neurólogo para darse cuenta de esto. Los maestros nos damos cuenta. Según una encuesta nacional realizada por Education Week en Estados Unidos en 2022, más del 80% de los profesores indicaron que, en su experiencia, el incremento en el uso de dispositivos electrónicos en la escuela ha tenido como consecuencias mayores problemas de conducta y mayores problemas de aprendizaje en los alumnos.

Y hablando sobre cosas que los maestros intuimos y la ciencia demuestra, un estudio publicado en 2020 reveló que los alumnos aprenden mejor escribiendo a mano que escribiendo a computadora, puesto que las zonas del cerebro involucradas en el aprendizaje se activan significativamente más al escribir a mano. Escribir a mano no es cuestión de caligrafía sino de aprendizaje.

Cómo funcionan los dispositivos electrónicos

Los efectos que el uso de dispositivos electrónicos tiene en el cerebro no son una sorpresa si analizamos el modo en que estos dispositivos han sido diseñados. Pensemos en los miles de programadores —Google tiene más de 27 mil programadores y se estima que en toda la Bahía de San Francisco hay casi 500 mil— que trabajan diariamente con un objetivo común: que los usuarios pasemos más tiempo utilizando los dispositivos y aplicaciones que diseñan. Cada botón, cada posición y cada color en nuestros dispositivos están siendo continuamente optimizados para que duremos la mayor cantidad de tiempo posible utilizando los dispositivos electrónicos y sus aplicaciones. El modelo de negocio de aplicaciones como Facebook, Instagram y YouTube —e incluso muchas aplicaciones «educativas» gratuitas— es simple: mientras más tiempo pasemos en ellas, más tiempo de publicidad pueden vender Facebook y Google a las empresas. Tienen que pagarles a sus miles de empleados de alguna manera. En otras palabras, los dispositivos electrónicos son diseñados para ser adictivos. De hecho, diversos estudios han encontrado que los mecanismos que se activan en el cerebro al usar dispositivos electrónicos son en gran medida los mismos que se activan al ingerir sustancias adictivas como alcohol, marihuana y cocaína.

Si entendemos cómo funciona una adicción, entenderemos por qué los dispositivos electrónicos tienen consecuencias tan negativas a nivel físico, psicológico y académico.

Según los expertos, una adicción se genera cuando una sustancia o actividad estimula en nuestro cerebro la producción de dopamina (el neurotransmisor del placer) en cantidades altas, haciendo que nuestro cerebro desarrolle una dependencia a dicho estímulo. Mientras más altas son las cantidades de dopamina que se producen, más adictiva es la sustancia o actividad. Y si dicha dependencia se desarrolla antes de los 21 años, cuando el cerebro aún no ha terminado de desarrollarse, es altamente probable que persista durante el resto de la vida.

Ahora bien, ¿qué sucede con los dispositivos electrónicos? De acuerdo con los especialistas en neurociencia, el modo en que funcionan los dispositivos electrónicos genera que el usuario experimente gratificación inmediata —es decir, chispazos de dopamina en el cerebro—. Como resultado, el usuario desarrolla fácilmente una adicción a experimentar placeres de corta duración repetitivos. Así, la gratificación inmediata, la constante novedad y la estimulación a un ritmo rápido generan en conjunto un poderoso mecanismo que engancha al usuario «secuestrando» su sistema de recompensa en el cerebro.

Los empresarios de la industria tecnológica han creado una serie de mecanismos para esclavizar a nuestros alumnos y nosotros les hemos abierto las puertas de nuestras aulas.

Además de generar dependencia, el uso de dispositivos electrónicos tiene como consecuencia una pérdida en las capacidades de atención del niño. Esto sucede porque las características de los dispositivos electrónicos propician que, al utilizarlos, el usuario tenga períodos de atención muy cortos; además, cada hora que el alumno utiliza el dispositivo electrónico significa una hora menos de contacto con actividades que estimulan mejor las capacidades cognitivas y períodos de atención largos (estudio).

Por otra parte, el uso de dispositivos electrónicos va generando en los niños no solo una pérdida de la capacidad para concentrarse, sino también una actitud de menor disposición a realizar las actividades académicas. La exposición repetida a los dispositivos electrónicos condiciona al usuario a buscar cada vez mayores niveles de estimulación. En consecuencia, el usuario está cada vez menos dispuesto a realizar actividades que requieren períodos de atención prolongada, como suelen ser las actividades académicas más beneficiosas (estudio). En otras palabras, si el niño tiene interacción frecuente con este tipo de tecnologías, la realidad se vuelve aburrida.

Uno podría pensar: «Pero, si todo esto fuera cierto, ¿no nos advertirían los médicos al respecto? Muchos papás les permiten a sus hijos pequeños utilizar dispositivos electrónicos y nadie dice nada.» Lo cierto es que sí lo dicen. Los expertos en desarrollo infantil nos han advertido sobre los peligros del uso frecuente de los dispositivos electrónicos.

Qué recomiendan los expertos

La Academia Americana de Pediatría, la Sociedad Canadiense de Pediatría y el Departamento de Salud de Australia, con base en el análisis de la evidencia disponible, recomiendan que ningún niño menor de 2 años tenga contacto con pantallas bajo ninguna circunstancia (excepto para videollamadas con sus padres) y que los niños de entre 2 y 5 años tengan máximo 1 hora al día de tiempo de pantallas. Por su parte, el Ministerio de Salud de Alemania recomienda reducir al mínimo posible el uso de dispositivos electrónicos hasta los 18 años y, cuando sea necesario hacerlo, apegarse a los siguientes límites: niños de 0 a 3 años, nunca; niños de 3 a 6 años, máximo 30 min. al día; niños de 6 a 12 años, máximo 1 hora al día; adolescentes de 12 a 18 años, máximo 2 horas al día. Atender estas recomendaciones es responsabilidad de padres y maestros. Por supuesto, cuando se trata de regular el uso de los dispositivos electrónicos en los niños y adolescentes hay que cuidar no solo la cantidad (cuánto tiempo los usan) sino también la calidad (para qué los usan).

Por qué la tendencia a digitalizar las aulas continúa

Ante todo esto, puede surgir la inquietud: si como sociedad tenemos acceso a estos datos, ¿por qué en muchos lugares continúa incrementando el uso de los dispositivos electrónicos en el aula? Especulando al respecto, considero que existen al menos cuatro factores principales:

  1. El primero es el prejuicio, el mito de la educación tradicional: la creencia que nos lleva a pensar que las nuevas prácticas siempre son mejores que las antiguas, sin evaluarlas a la luz de la evidencia disponible. Este tema lo traté en este artículo.
  2. El segundo es el fenómeno de la educación basada en el consumidor, propio de las escuelas privadas: muchas veces no son las escuelas sino los padres de familia quienes, dejándose llevar por las modas, exigen a las escuelas la introducción de los dispositivos electrónicos. Este tema lo trataré en otro artículo.
  3. El tercero es la pandemia. Definitivamente la situación en que nos puso la pandemia provocó la aceleración de la digitalización de la educación. Afortunadamente la situación ha cambiado y ya estamos en posición de evaluar las acciones implementadas para tomar decisiones con base en la evidencia disponible.
  4. El cuarto son las promesas de la educación tecnológica. Los defensores de la digitalización de la educación —que en gran medida fueron las mismas empresas tecnológicas— nos prometieron que con la introducción de los dispositivos electrónicos en las aulas vendría la oportunidad de crear experiencias educativas nunca antes imaginadas, así como la oportunidad de desarrollar la autonomía y la creatividad de los alumnos. Sobre todo, se nos vendió la idea de que la escuela debe enseñar a usar la tecnología porque se trata de una habilidad fundamental para sobrevivir en la «era digital».

Examinemos cada una de estas promesas. 1) Crear experiencias educativas novedosas no necesariamente significa crear experiencias educativas mejores, como ya analizamos al hablar sobre el mito de la educación tradicional. 2) El desarrollo de la autonomía en el niño es más complejo de lo que se suele creer y, aunque no exploraremos este tema en este artículo, es un hecho que dejar al niño navegando en el mar del Internet es causarle más daños que beneficios. 3) El desarrollo de la creatividad requiere del aburrimiento —algo que los dispositivos electrónicos impiden— y de la capacidad de concentración profunda y, como ya vimos, la evidencia demuestra que dicha capacidad se ve disminuida por el uso de los dispositivos electrónicos.

4) Es cierto que el dominio de la tecnología es una habilidad fundamental para sobrevivir en la «era digital», pero eso no implica que la escuela deba de enseñarlo directamente. Actualmente las interfaces digitales son tan intuitivas que los niños aprenden a usarlas rápidamente con el uso doméstico sin necesidad de usarlas en la escuela. Sobre todo, hay que reconocer que el mejor entrenamiento para el mundo digital es el mundo real; aprender a pensar, a comunicarse y a autorregularse son habilidades que se aprenden mejor en el mundo real. Prueba de ello es que en el informe de la OCDE de 2015 mencionado antes, el país que resultó más alto en habilidades digitales fue Singapur, donde en la escuela los alumnos utilizan el Internet solamente 20 minutos al día.

Conclusión

¿Las pantallas tienen la culpa de todo lo malo que ocurre en las aulas? No. ¿La tecnología es mala en sí misma? Tampoco. Sin duda las posibilidades que brinda la tecnología son muy útiles. Sin embargo, no podemos ignorar que el uso de los dispositivos electrónicos en la escuela ha demostrado tener más desventajas que ventajas para el desarrollo de nuestros alumnos. Si en países con más recursos y docentes mejor capacitados se han tenido estos resultados, ¿qué nos hace pensar que en Latinoamérica estaremos exentos de las desventajas inherentes a las características actuales de los dispositivos electrónicos?

La solución no es abandonar por completo la tecnología; eso no es posible ni conveniente. Lo que necesitamos hacer es darle su justo lugar. El problema es que ese «justo lugar» está muy por debajo del que se le da actualmente en muchas escuelas. El informe de la OCDE encontró que los alumnos que utilizaron los dispositivos electrónicos una o dos veces por semana tuvieron ligeramente mejores resultados académicos que aquellos que no los utilizaron, y significativamente mejores resultados que aquellos que los utilizaron por más de 25 minutos al día.

¿Cómo aplicar estas conclusiones en la escuela? Nuestro campo de acción depende de nuestro puesto en la institución. Y si bien es cierto que son los directivos quienes toman las decisiones más importantes a nivel institucional, eso no nos impide a los maestros tomar algunas medidas significativas. Estas son algunas recomendaciones:

  1. En la medida de lo posible, prioricemos el uso de textos físicos frente a recursos digitales. Si el programa de una asignatura se planea con tiempo, recursos como textos y esquemas que originalmente estaban en formato digital se pueden reunir en un solo documento y solicitar a los alumnos que lo impriman y engargolen para utilizarlo durante todo el curso.
  2. Planeemos espacios frecuentes para que nuestros alumnos escriban a mano. Como vimos, escribir a mano tiene ventajas significativas para el aprendizaje frente a escribir a computadora. Además, aprender a escribir es aprender a pensar y a comunicarse, quizá las dos habilidades más importantes que podemos enseñar a nuestros alumnos. Pocas cosas hay más decepcionantes que llegar al final del curso en una secundaria y ver los cuadernos de los alumnos vacíos en asignaturas donde se podrían haber aprovechado muchos espacios para escribir.
  3. Si en la escuela donde trabajamos se fomenta que los alumnos traigan su propio dispositivo en la mochila, una buena estrategia es pedir a los alumnos al inicio de la clase que dejen las mochilas en un rincón del salón y que lleven a su escritorio únicamente cuaderno y lápiz (o lo que sea que vayan a utilizar en esa clase). Yo lo he hecho y ha sido muy efectivo.
  4. Platiquemos abiertamente sobre estos temas con nuestros colegas. Compartamos fuentes y experiencias personales. Fomentemos el diálogo. A veces la única manera de que los directivos —o incluso los padres de familia— abran los ojos ante una problemática es comentándoles lo que vemos en el aula. Lo que está en juego es nada menos que el desarrollo de nuestros alumnos.